Opinión | LA RUEDA

No me gusta en política...

Si algo no me gusta en política es ver dirigentes con altos cargos institucionales que toman decisiones trascendentales para el Estado, la sociedad y los comprometidos afiliados de su propio partido, sin informarles ni consultarles nunca a estos últimos. Posiblemente, digo lo que digo porque entiendo la política como un ejercicio público y colectivo que, para no perder vitalidad, reclama permanentemente contraste y, si es necesario, confederación de ideas. Sin olvidar que las personas y las ideas son esenciales, pero la organización, que suele perdurar más allá que sus dirigentes, es determinante.

Chulesco

Esto viene a cuento porque me parece chulesco y poco fecundo ver como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ejerciendo de Luis XIV, de rey Sol, sin decir nada a su primer ministro ni a su gobierno, pero tampoco a la dirección de su propio partido, Renaissance, convocó sin necesidad las elecciones legislativas y ha provocado la casi llegada de Le Pen y el peor estropicio político de la historia reciente de Francia. Pero, al tiempo, este desgraciado hecho me ha recordado otras circunstancias que han pasado aquí, en España y ahora. Y es que, aun estando de acuerdo con las soluciones que está aplicando el Gobierno de Pedro Sánchez ante la compleja realidad de España, no me pareció correcto que el Consejo de Ministros y la dirección de su partido, el PSOE, se enterara por una carta pública de que, en pocos días, podían quedarse sin presidente.

Pero, peor aún, considero que no fue apropiado imponer como secretaria general del PSPV-PSOE a una de sus ministras. Por cierto, estoy hablando de que está bien tener dirigentes carismáticos, pero hay que cuidar que no caigan en el burdo caudillaje ni el cesarismo.

Analista político