Opinión | VIVIR ES SER OTRO

El mejor futbolista (II)

La semana pasada les hablé del Trinche Carlovich, un futbolista prácticamente desconocido para la mayoría, del que se cuentan maravillas. Otros columnistas, de la élite nacional, como Enric González, Raúl Román o el local Xavi Sidro --ya me extraña que el magnífico Enrique Ballester no haya dicho nada de este personaje-- hablaron con maestría del supuesto genio rosarino; yo solo puedo tratar de amasar lo que pueda con las migajas.

La historia de este cinco legendario, además de escribirse sola apoyada en las anécdotas, da para mucho. Nos abre la puerta al pensamiento de la sociedad argentina, tan extraña. Si Japón es la cultura más alienígena de la Tierra, los gauchos no le andan demasiado a la zaga.

Pero, caramba, tampoco quiero aprovechar al Trinche para hablar de Argentina, de lo argentino, de sus mil peculiaridades. No. La leyenda de este futbolista nos lleva a tratar ni más ni menos que con la raíz de lo humano. A la imaginación. A soñar con que lo invisible, lo incomprobable, aquello que se nos oculta a los ojos, y más allá, a la razón y la lógica, a la coherencia, puede despertar en nosotros sensaciones, sentimientos, que todo lo tangible, por excelso que sea, palidezca y nos sepa a poco. Nos habla de una grandeza que excede hasta la propia comprensión.

El Trinche me recuerda a Mágico González, otro talento descomunal al que la desidia, la falta de cabeza o la originalidad de pensamiento impidieron alcanzar la gloria a la que parecía destinado. Pero de este tenemos vídeos que lo humanizan. Hasta de Maradona o de Messi podemos ver una selección de fallos. Incluso al mirar su palmarés, al lado de sus grandes triunfos, se encuentran un montón de títulos que no ganaron: el Mundial de España o la Copa de Europa para el Pelusa, que la Pulga solo tenga un campeonato del mundo, de momento. De Carlovich no ha sobrevivido más vestigio gráfico que unas cuantas fotos que dan cuenta de un joven melenudo típico de la época y unos segundos en vídeo para nada espectaculares. Pero claro, viene un viejo rosarino y te cuenta que le vio jugar partidos solo de tacón o lo del regate del doble caño que ya les referí. ¿Quién puede competir con el mito?

Gambetas

Supongo que ahí quería llegar y, como las gambetas del Trinche, di vueltas y vueltas sin sentido, solo para complacerme o algo así. Me encojo de hombros, aunque ustedes no lo pueden ver --por suerte, ya que voy en pijama, despeinado y sin afeitar-- y quizá mi gesto quede, en el imaginario colectivo, como algo increíble. Así se forjan las leyendas. Lo mitológico necesita ser opaco, imposible de verificar, o se nos va al piso todo su carácter legendario.

Más allá de las hazañas del Real Madrid en la Champions, del mérito de equipos como el Leicester que ganó la Premier o el Girona que casi se hace con la reciente Liga, el Mundial de Messi, la Europa League del Villarreal o el regreso a la élite del Castellón, la historia del Trinche, me parece, en lo futbolístico, la más bonita que he conocido en los últimos años. De mis preferidas de la historia global del fútbol.

Qué carajo, la mejor.

Editor de La Pajarita Roja