CENTENARIO CORONACIÓN MARE DE DÉU DEL LLEDÓ

Castelló: Los felices y no felices años 20

El golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923 marcó el devenir político en Castellón. Y en este periodo, de clara euforia religiosa, se produce la coronación de la Verge de Lledó

Imagen  aérea de Castelló en los años 20.

Imagen aérea de Castelló en los años 20. / MEDITERRÁNEO

Antonio Gascó

Antonio Gascó

El cambio de sistema político ocurrido el 13 de septiembre de 1923 le vino impuesto a Castelló, como al resto de territorios del Estado español. La llegada al poder del capitán general Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella, tuvo lugar tras un amotinamiento militar iniciado en Barcelona. El clima político se había enrarecido mucho, sobre todo por el debate parlamentario en torno a las responsabilidades de la guerra de Marruecos, que implicaban al rey en la temeraria acción de Annual, cuyo luctuoso balance fue de cerca de 14.000 muertos, según el informe del general Picasso.

El golpe de Estado de Primo de Rivera triunfó sin resistencia. El gobierno constitucional de García Prieto no logró frenarlo. En Castelló, el gobernador militar Juan García Trejo, el mismo día 13 de septiembre en que las fuerzas de Barcelona se rebelaron, antes de que el capitán general de Valencia tomase la determinación de adherirse al levantamiento, ya había ocupado, con los soldados regimentales a sus órdenes, los puntos estratégicos de la ciudad, proclamando el estado de guerra y su adhesión a la autoridad de Primo de Rivera.

El general García Trejo convocó a su despacho del gobierno militar, ubicado en la plaza de Cardona Vives, all alcalde republicano de Castellón, Carlos Selma, para significarle que se hacía cargo de la autoridad civil ordenándole publicar un bando que fijara los precios de los artículos de primera necesidad establecidos por la Junta de Subsistencias.

Los políticos conservadores, la burguesía, los sindicatos católicos y el clero aceptaron como buenas las razones del marqués de Estella, para llevar a cabo su sublevación, que le llevaría a regir los destinos del país hasta enero de 1930. De hecho, en Castellón los afiliados a los sindicatos católicos aceptaron, de muy buen grado, los dictámenes del nuevo régimen y los apoyaron comenzando por Salvador Guinot, quien pronto se convertiría en alcalde, dado que el ayuntamiento, de mayoría republicana, fue depuesto a golpe de decreto como veremos. Siguiendo su ejemplo, otros miembros de la Federación Castellonense de Sindicatos Agrícolas ocuparían los cargos más relevantes en las instituciones locales y provinciales. El cossi volvía a gozar de autoridad, sobre todo en la capital.

Es claro que Primo de Rivera concentraba en su persona toda la capacidad ejecutiva y la relación con Alfonso XIII, quien relajó mucho su desasosiego y sus preocupaciones, como lo prueban sus asiduos devaneos con Celia Gámez. La vedette, con toda la intención y toda la procacidad sicalíptica de la que era capaz, le cantaba en el escenario a su egregio amante, desde 1925, una coplilla para, no solo ponerle a él a tono, sino para dejar claro al público cuál era la situación de su relación sentimental:

«Mamita,

yo sé que mi culpa

no tiene disculpa,

no tiene perdón».

Con la conocida como Nuestra Señora de los buenos muslos tuvo amoríos que estuvieron en boca de todos, como los de Pastora Imperio o la Bella Otero, pero aún fue peor el romance con la atractiva actriz Carmen Ruiz Moragas, del que nacieron dos hijos. El linaje borbónico seguía manifestándose en toda su plenitud seductora.

Los ayuntamientos fueron suspendidos oficialmente el 30 de septiembre de 1923 y las diputaciones el 12 de enero de 1924. En el de Castellón el cambio se produjo el primero de octubre, siendo nombrado alcalde Francisco Ruiz Cazador por imperativo del gobernador militar. Entre sus concejales se destacaban personas que, con anterioridad, no habían figurado en actividades políticas, como el pintor Vicente Castell, Agustín Rallo Segura, Manuel González Espresati (hijo del que fuera alcalde de Castellón), Tomás Balaguer, José Fibla, José Guaita o José María Adell, entre otros. Todos ellos repitieron en el consistorio siguiente conformado el 7 de abril de 1924, en el que aparecerían otras personalidades que pronto iban a tener una gran presencia en la cultura castellonense, como Ángel Sánchez Gozalbo, Enrique Ribés Sangüesa, José Miazza o Luis Braulio. En enero de 1925, Salvador Guinot ocupaba la alcaldía, manteniendo a la mayoría de regidores citados a quienes se añadían otras personalidades como Norberto Gimeno (que le sustituyó al frente de la corporación), Luis Ros de Ursinos, Vicent Climent, Luis Vellón, José Pascual, José Armengot y Eduvigis Tena, la primera mujer que llevó la banda de concejal en Castellón. En el siguiente consistorio la acompañaron Ramona Fabregat, María Alegre y Amparo Ibáñez, llegando a ostentar la primera el cargo de 4ª teniente alcalde.

Si bien los republicanos fueron apartados de las instituciones locales y provinciales, en lo personal no fueron perseguidos, ni sus centros de reunión clausurados. Es más, Fernando Gasset aceptó ser miembro de la Asamblea Regional, upetista, cuando en el periodo se pretendió, con el beneplácito del directorio civil, constituir una Mancomunidad Valenciana, tras el batutazo de declarar Himno Regional, en 1925, el que Serrano y Thous compusieran para la exposición de 1909. Esa mancomunidad vertebrada por las tres diputaciones provinciales, evidentemente tenía el propósito de «ofrendar nuevas glorias a España». Ese era también el valencianismo regionalista tanto de Gasset como de Guinot o Ribés Sangüesa, literatos los dos últimos que escribieron en la lengua vernácula varias obras costumbristas, aunque no todos comulgaron con la adjudicación del himno a la región, como lo demuestran las disconformidades surgidas en artículos discrepantes, publicados en el Heraldo de Castellón, pocos días antes del decreto impositivo de Primo de Rivera.

El estanque del parque Ribalta, a principios del siglo 20.

El estanque del parque Ribalta, a principios del siglo 20. / MEDITERRÁNEO

Economía y urbanismo

Para la explotación de ciertos productos, que podían proporcionar pingües beneficios al fisco, el gobierno del directorio creó varios monopolios como fueron la lotería, las compañías de Tabacos y Telefónica, en manos de la ITT (1924), y la CAMPSA, en 1927, para importar, refinar y distribuir el petróleo en España. En Castellón, en agosto de 1929, se autorizó la ubicación de depósitos de gasolina en los terrenos traseros a la estación del ferrocarril. La Telefónica que contaba con 14 operadoras, permitía conectarse con toda España y con Benicarló, Burriana, Morella, Segorbe Vila-real y Vinaròs.

Al margen de estas realizaciones de gran calado, Castellón aprovechó la disponibilidad de recursos del periodo para acometer otras obras urbanas, lo que facilitó trabajo al peonaje y permitió el desarrollo de industrias químicas de materiales de construcción y la cerámica. Entre las obras más significativas convendría reseñar la prolongación de la calle Obispo Salinas, el pavimento de la calle González Chermá (en la actualidad Enmedio), la creación de la central térmica de Hidroeléctrica Española en la calle Luis Vives (la popular casa de la bombilla de ocurrente aire modernista obra de Luis Ros de Ursinos), la construcción, asimismo en 1927, de la nueva sede de la caja de Ahorros y Monte de Piedad de Castellón en el cruce de las calles Caballeros y Colón, con pinturas de Vicente Castell y una vidriera modernista de policroma diversidad; la ubicación de la emblemática Farola, como recuerdo de la coronación canónica de la Mare de Déu del Lledó, en la plaza de la Independencia que se remodeló en 1928; el enlace del camino de La Plana con el del Lledó.

Caja de Ahorros, en el cruce de la calle Colón con la calle Caballeros.

Caja de Ahorros, en el cruce de la calle Colón con la calle Caballeros. / MEDITERRÁNEO

Precisamente en este periodo político, de clara euforia religiosa e incremento de los cortejos procesionales y muchas celebraciones sacras, es cuando se produce la coronación de la Mare de Déu del Lledó. Ya el 8 de noviembre de 1922 el Papa Pío XI la había proclamado como Patrona de Castelló y dos años más tarde aprobó la coronación canónica y pontificia de la imagen, que tuvo lugar el 4 de mayo de 1924 en la plaza de la Independencia, en una brillante y multitudinaria ceremonia oficiada, a las doce del mediodía, por el cardenal metropolitano de Tarragona Francesc Vidal i Barraquer, quien recibió la corona de manos del alcalde Francisco Ruiz.

Por lo que hace a Castelló, hay que decir que, en principio, la naranja aumentó la producción y la exportación, merced al plan de obras de regadío conociendo una nueva edad de oro en los inicios de la dictadura, logrando que la superficie cultivada pasara en la década de los 20, de 14.500 Ha. a 18.000. En el mismo periodo las ventas al exterior aumentaron de 276.000 de Tm. a 1.084.300, pero, pese a todo, la exportación no se veía favorecida, como indica González Devís, por el alto grado de proteccionismo fijado por la dictadura y por el encarecimiento de los abonos químicos, lo que motivó protestas de productores y exportadores, muchos de los cuales manifestaron sus reticencias al sistema, poco antes de que estallara la crisis de 1929.

Incremento poblacional

El Castelló del primer tercio del siglo XX conoció un importante incremento poblacional, pasando de 20.300 habitantes al acabar la centuria anterior a 36.200 en 1930. De hecho, la configuración del plano urbano vendrá a ser la misma que aparecerá hasta 1960. La natalidad había descendido desde 1900 a 1930 del 34 al 18%; asimismo, la mortalidad pasó del 24 al 18,6%. La distribución por niveles productivos en esa fecha, según coinciden los doctores Lorenzo y Ortells, apunta en el sector primario un 36% de la población activa, en beneficio de los sectores secundario y terciario, con un 30 y 34%, respectivamente, lo cual señala el incipiente cambio del sistema económico.

En el secano, los tradicionales cultivos de algarrobos, vid y almendros se ubicaban en el piedemonte. En cuanto al regadío, con el gran impuso de los cítricos y en menor medida las hortalizas, 3.500 hectáreas pertenecían y aún pertenecen a la Comunidad de Regantes del Pantano de María Cristina, del que obtienen el agua.

La puerta del Sol, en la que concluían seis vías públicas, era el eje social de la ciudad, con el Hotel Suizo, de tres plantas, en su banda norte, lindando con la calle de Enmedio a cuyo lado derecho se encontraba el Casino Antiguo. Este imponente centro recreativo conoció una importante reforma en el bienio 1922-23, debida al arquitecto Francisco Maristany Casajuana, que con un estilo historicista rememoró aspectos del plateresco salmantino en su amplia fachada sur con una torre que le concede su mejor personalidad. El automóvil se había impuesto en la ciudad a lo largo de la década de los 20 y al finalizarla se contaban ocho establecimientos de alquiler, nueve garajes, ocho talleres de reparación, una fábrica de radiadores de autos y un experto en vulcanizados. Además, la venta de vehículos contaba con representación de marcas internacionales como Citroën, Fiat, Ford, Chevrolet y Renault, entre otras.

La cultura

Los años 20 del pasado siglo constituyen una verdadera edad de oro por la creación de instituciones culturales felizmente vivas como son la Sociedad Castellonense de Cultura, La Sociedad Filarmónica, El Ateneo y la Banda Municipal.

Hijos intelectuales del grupo finisecular de los Perales, Ribés Sangüesa, Carlos Sarthou, Carlos Llinás, Ribelles… editores de la Revista de Castellón, Ayer y hoy, Don Cristóbal y Arte y Letras, entre otras, surgieron unos nuevos eruditos que son contemporáneos de la generación del 27, aunque tuvieran en lo estilístico poca relación con ella y más con la del 98. Salvador Guinot, Ricardo Carreras, Carlos González Espresati, Ángel Sánchez Gozalbo, mossén Beti, Luis Revest y Juan Carbó fueron los artífices de la creación en 1919 de una sociedad científica y literaria que tuvo el domicilio social en el sobrado de la casa de Ricardo Carreras en la calle de Enmedio, que por sus reducidas dimensiones pronto fue bautizado como El bochinche. En mayo de 1920 aparecería el Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, que tuvo un carácter erudito, científico, literario, histórico y artístico, con especial atención al territorio castellonense.