Opinión | LA RUEDA

San Cristóbal y los transportes

La tradición de San Cristóbal (en origen, cananeo) se remonta al siglo III. Como narran sus hagiógrafos era un gigantón (medía hasta 6 metros dicen) que sirvió a un rey, en primer lugar, y luego al diablo hasta convertirse después en un ferviente cristiano y mártir. Cambió su nombre pagano (Réprobo) por el de Cristóbal, «portador de Cristo» en alusión a la carga que soportó al transportar a un niño, Jesús, sobre su hombro tras cruzar el río, sin saber de quién se trataba. Esa era su principal tarea: servir de transportista entre una y otra orilla del susodicho río en Asia menor.

Antiguamente podía verse su efigie en todas las puertas de las ciudades, creyendo que quien mirara con atención su imagen se vería libre aquel día de todo peligro, sobre todo de accidentes de tráfico. Luego fue proclamado patrono de los viajeros, conductores y transportistas, aunque las fiestas actuales en nuestra provincia no alcanzan las cifras de otras épocas, si bien no siempre se celebren el día 10.

Donación

La iconografía del santo es pródiga en las iglesias, concretamente hay una de ellas en la catedral de Sevilla. Pero cuento otra más próxima a nuestra tierra. En el año 1961 la imagen del santo, esculpida por el escultor Subirats, en bronce, fue donada a la Residencia de Transportes del Grao por el presidente de Hife, Eliseo Vives. Pasó el tiempo y la Residencia desapareció y, con ella, la imagen. Un día asistí a una reunión en Valencia y salió en la conversación esta escultura, y quien presidía la reunión, intrigado, me preguntó por la descripción de la imagen, cosa a la que gustosamente accedí. Quien hizo la pregunta desveló la incógnita: la imagen, de carácter neofigurativo, estaba en Valencia. Y gracias a Ferran Olucha, del Museu de Belles Arts, aquí fue trasladada. Y aquí permanece. Además, en su tiempo, San Cristóbal fue patrón de los jóvenes castellonenses, según dice Antonio Gascó.

Profesor