Opinión | COSAS MÍAS

Proclamación regia

Narra el agustino fray José de Rocafort en su Libro de cosas notables, las solemnes fiestas con que Castellón festejó la proclamación del rey Carlos IV. Sin duda la situación del municipio era lo suficientemente boyante como para permitirse tamaño dispendio. El día 5 de julio de 1789, se trajo a la villa la Mare de Déu del Lledó, como evidencia de especial solemnidad. Además de la cabalgata de proclamación en la que participaron bandas de ministriles, soldados a pie y a caballo del Regimiento del Rey y la corporación municipal bajo mazas, se corrieron toros, se ofrecieron conciertos por la banda del regimiento de suizos de Betschart, contratada por los comerciantes de la villa, se hicieron bailes, pruebas de habilidad y hasta una naumaquia, en la plaza Mayor, escenificando el robo de la custodia de Torreblanca por los berberiscos y su recuperación por las fuerzas valencianas, para la que se construyó un baluarte al mejor estilo de las fiestas alcoyanas.

Devoción popular

Pero sin duda el acto más solemne fue el de la procesión recibida con una gran cantidad de casas engalanadas y por «un concurso casi infinito» de vecinos. En ella participaron, además de las comunidades religiosas de la villa, con las imágenes de devoción popular, los colombaires soltando palomos y los gremios con carros triunfales, muchos de los cuales eran auténticas escenografías de arquitectura barroca de simbólica iconografía, relacionada con la proclamación. Algunos de los gremios llevaron a cabo sus danzas genuinas para general alborozo de los que contemplaban el desfile.

Cronista oficial de Castelló