ENTREVISTA |

Sonia Berger: «Hacer libros de fotografía es un deporte de riesgo»

La editora de Dalpine ha sido la primera comisaria invitada en la nueva etapa de Imaginària, el Festival de Fotografía de Castellón, que llega a su fin el próximo 26 de noviembre

Sonia Berger es la responsable de la editorial Dalpine, especializada en fotografía.

Sonia Berger es la responsable de la editorial Dalpine, especializada en fotografía. / MEDITERRÁNEO

Eric Gras

Eric Gras

Si la fotografía en España, y a nivel internacional, ha conseguido una relevancia considerable es, en parte, a una serie de personas que hace más de una década vieron las posibilidades que se abrían antes ellos al elaborar un discurso propio e inteligible plasmando sus proyectos en un fotolibro

¿Y qué es un fotolibro? ¿Un libro con fotografías o de fotografías? Es eso, y no lo es. Para poder saber algo más sobre «esta forma autónoma de arte», como la definió el crítico Ralph Prins, nadie mejor que Sonia Berger, editora de Dalpine. Con ella hemos conversado gracias al hecho de haber sido la comisaria invitada en la presente edición de Imaginària, el Festival de Fotografía de Castelló que organiza la Universitat Jaume I.

Me interesa, por una parte, el surgimiento de Dalpine, por qué sentisteis la necesidad de crear Dalpine, y luego ahondar en el mundo del fotolibro, que hace unos 15 años eclosionó y que en la actualidad no sé si ha logrado consolidarse (diría que sí) o, más bien, sigue siendo un desconocido para el gran público.

En primer lugar, Dalpine surgió como algo que no se parece en nada a lo que hoy es. Y, si te soy sincera, a mí se me hace raro que haya durado tanto esta aventura.

¿Cómo es eso?

Al principio, el proyecto se creó como una librería, con la intención, más bien, de encontrar libros de fotografía que nos costaba encontrar, un poco llevados por esa dinámica que teníamos de estudiar fotografía y coleccionismo. Había obras que considerábamos que eran interesantes y que no se hallaban fácilmente.

¿Entonces, la idea era generar una especie de archivo?

No. Queríamos hacer una selección y, en un principio, hacer accesible esas obras a un grupo reducido de fotógrafos y estudiantes de fotografía que nos rodeaban en ese momento. El primer intento fue llevarlo un poco más allá y ver si había alguien más interesado en ello, haciendo uso de herramientas tecnológicas de entonces. Lo que hicimos fue programar una web de venta on line, una especie de plataforma con software gratuito. Era todo muy casero, pero de esa manera creamos la primera librería especializada en libros de fotografía en España, haciendo una selección en la que introducíamos novedades mes a mes.

¿Cómo trabajabais?

Trabajábamos en tres líneas de adquisición o búsqueda de títulos de libros que se habían publicado en España, que conocíamos, que no eran accesibles pero todavía no estaban agotados, de modo que los volvíamos a poner en circulación. Luego, había editoriales muy nuevas, independientes, con nuevos discursos y maneras de hacer, de gente muy joven en otros países que íbamos conociendo al viajar constantemente. Y, en último lugar, había personas a nuestro alrededor, fotógrafos y profesores, que ya estaban autopublicando y cuyos proyectos distribuíamos. Con esas tres líneas, se confeccionó esa selección de obras que podías encontrar en Dalpine. Así fue el comienzo.

¿Y la reconversión de librería a editorial, cómo se produjo?

Hubo conversaciones al principio de todo esto que daba pie a pensar que Dalpine podía ser, además de lo que empezó siendo, una plataforma de información (con noticias relacionadas con la fotografía), o bien un soporte de ayuda a otros fotógrafos, ofreciéndoles herramientas tecnológicas para promocionar sus propios trabajos o, también, la idea remota de crear una editorial.

Esa primera etapa como librería únicamente, que fueron tres años, fue indispensable para conocer a qué tipo de público nos estábamos dirigiendo.

«Dalpine surgió como algo que no se parece en nada a lo que hoy es»

Claro, porque de ese modo ya conocíais los engranajes que están detrás y que envuelven al sector.

Si había demanda, si no la había… No teníamos ni idea de vender libros. Yo vengo del mundo editorial, pero solo había trabajado en la parte que tiene que ver con los textos, con las traducciones, las correcciones, con la edición de texto, pero desconocía por completo todo lo que tenía que ver con el mercado, con la distribución… Y desconocía la producción, sobre todo la producción gráfica, y más concretamente la altamente especializada, como es el caso de la fotográfica. Fueron años de mucho aprendizaje, un aprendizaje necesario. Creo que es muy difícil pretender montar una editorial así sin ningún tipo de experiencia. Sería un suicidio.

Dalpine cuenta con un amplio catálogo de fotolibros publicados, muchos de ellos una referencia absoluta.

Dalpine cuenta con un amplio catálogo de fotolibros publicados, muchos de ellos una referencia absoluta. / DALPINE

Sí es cierto que, en la industria editorial puramente literaria, son muchos los editores independientes que afirman que la distribución es “el mal”. No sé en el caso de la edición de fotolibros si esto es así o no.

Es el mal en narrativa, sí. Imagínate si esto es así, cómo es para el tipo de mercado que tratamos nosotros y que es tan concreto, tan de nicho. Es peor todavía –se ríe-. Tratamos con tiradas que son muy cortas y no es para un público amplio, algo que todos con mucho entusiasmo hemos intentado, pero que no lo hemos logrado. Es decir, es un tipo de libro que no sale más que rara vez fuera del círculo más especializado.

¿Quieres decir que eso es bueno o malo? El hecho de no llegar a un público mayor, me refiero.

Sería ideal que este tipo de libros, por negocio, y porque los artistas buscan una mayor difusión, y porque a todos nos agradaría, tuviese un mercado mucho más fuerte, como puede ser el del cómic. Pero, el mercado que hay, siendo realistas, es muy escaso, y eso nos obliga a que hacer libros de fotografía sea un deporte de riesgo. Son libros muy, muy caros de producción, y con tiradas cortas muy ajustadas a la demanda que existe.

¿Os servís de algún tipo de ayudas?

Ninguna, o para ser sincera, en nuestro caso ha llegado en muy pocas ocasiones, y si ha llegado ha sido a través del propio artista, porque ha recibido alguna ayuda que le permite cubrir parte de los costes del libro, o bien porque hemos colaborado con algún premio, como existe el Fotolibro<40 de la Comunidad de Madrid, o con la Kursala, que también financia, en el caso del Fotolibro<40 el importe íntegro de la producción. Pero, por lo demás, son muy pocas ayudas con las que podemos contar. Sí puedo decir que hemos contado con ayuda del Ministerio de Cultura para nuestros dos últimos libros publicados, pero son ayudas que se dan, normalmente, al ámbito de la narrativa. El importe que subvencionan es mínimo en relación con el coste de producción que tiene un libro de estas características, porque no tienen en cuenta que se trata de un libro de fotografía. Se tiene en cuenta la trayectoria del fotógrafo en su caso, la relevancia que pueda tener esa obra, pero no las características de la producción.

A la hora de elaborar un proyecto que se convierta en un posterior fotolibro, ¿cómo se trabaja, cuáles son los pasos a seguir?

A la editorial llegan los títulos de varias formas. Pueden llegar, por hacer el símil con el ámbito literario, «manuscritos» que necesitan una revisión. O sea, maquetas con una propuesta, con una idea del libro que se quiere hacer. De ahí se hace una revisión de lo que es la secuencia, del diseño que tiene, de los materiales que se han escogido o se pretenden usar, y se hace un ajuste. Se plantea algo sobre una propuesta. Otras veces llegan proyectos que no necesitan prácticamente ninguna corrección, que per se ya son válidas, y en las que quizá tengas que ajustar alguna cosa, pero por temas de presupuesto más que nada. Y rara vez, pero ha ocurrido, nos presentan un corpus de imágenes del que partir, y a construir. Esas son las ocasiones en las que el trabajo es muy intenso, dura mucho tiempo, en las que hay un tira y afloja con el propio autor o autora y también con el diseñador. Se forma un triángulo en el que, poco a poco, vamos desbrozando lo que ha de salir. Estos proyectos son a su vez los más satisfactorios, por supuesto, pero son procesos muy largos.

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Adentrándonos en el mundo puramente fotográfico, en lo que es la imagen, no sé cuál es o puede ser el papel que una editorial como Dalpine puede llegar a ejercer para que el lenguaje fotográfico esté mucho más presente.

No sé si hemos desarrollado un papel como tal. Siempre digo que nosotros formamos parte de una constelación de editoriales pequeñas, que publicamos muy pocos títulos al año, que somos independientes, que hacemos tiradas muy cortas, que cuidamos mucho lo que hacemos y le prestamos muchísima atención a unos libros que son únicos. En este sentido, para aquellos que siguen lo que se hace en este ámbito, somos una más de esa constelación. Y más allá de lo que es el mundo tan especializado de la fotografía, creo que no trasciende demasiado lo que hacemos.

Uno de los últimos comisariados de Sonia Berger ha sido la exposición de Manuela Lorente en la Llotja del Cànem de Castelló.

Uno de los últimos comisariados de Sonia Berger ha sido la exposición de Manuela Lorente en la Llotja del Cànem de Castelló. / DALPINE

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Pero, corrígeme si me equivoco, los jóvenes fotógrafos, o estudiantes de fotografía, sí acuden a los trabajos que publicáis en busca de ver y entender nuevas formas de hacer, de construir un discurso.

Sí, eso sí. Pero, aún así, somos una entre muchas. Yo creo que, quizá, los festivales de fotografía, de lo impreso, en ciudades como Madrid, que tienes Libros Mutante o Fiebre Photobook, reflejan muy bien todo lo que hay. Nosotros, sí es cierto que llevamos algo más de tiempo, pero hay un montón de propuestas y de cosas muy interesantes.

No me negarás que, en cierta manera, habéis sido pioneros.

Sí, en cierta manera. Fuimos de los primeros que empezamos a valorar si esto de los libros, de los fotolibros, era algo muy de la Escuela BlankPaper, donde estudiábamos con libros de fotografía, o podía ir más allá. Eso fue lo que ocurrió un poco, y coincidió con los años en los que internet no era lo que es hoy.

¿A qué te refieres?

Había un montón de gente compartiendo gustos, buscando a otras personas con afinidades, años de encuentro a nivel internacional a través de blogs, y con una generosidad increíble en cuanto a compartir información.

Claro, hoy en día internet es un lugar mucho más saturado, que distorsiona más que logra establecer esos vínculos de los que hablas.

Y en esos inicios no había una idea de mercado como la de ahora. Todo se veía y entendía más como una afición o pasión, que uno podía tener, y el deseo de compartirlo con los demás. Ahí fue donde entramos en contacto con gente que todavía hoy sigue estando ahí, de otros países, como hemos podido comprobar ahora que acabamos de regresar de París, y que ejerce una función como nosotros, que siguen investigando, compartiendo conocimientos en torno a la fotografía, a la publicación de libros… En eso sí somos veteranos, y hemos podido ser testigos de lo que en estos años se ha ido construyendo alrededor.

«Siempre digo que nosotros formamos parte de una constelación de editoriales pequeñas»

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A partir de vosotros sí que es cierto que han ido apareciendo otros sellos.

Propuestas muy interesantes, sí.

Centrándonos en tu presencia aquí en Castelló, gracias al Festival Imaginària, que ha emprendido una nueva etapa con un nuevo equipo directivo, el hecho de que contaran contigo como primera comisaria invitada, ¿qué ha supuesto a título personal?

Para mí ha sido y es un privilegio. Y es algo que me apetecía de verdad, porque al final sí que es cierto que soy editora, pero llevo mucho tiempo trabajando con imágenes y a lo largo de los años he podido hacer exposiciones. Es algo a lo que cada vez le dedico más, que me gusta, y creo que Imaginària ha sabido ver eso, y ha sabido ver que es interesante que cuando yo tengo el trabajo de un autor o autora, como es el caso de Manuel Lorente, muy interiorizado, cuando ya llevamos dos libros publicados, la propuesta que puede salir del diálogo que yo tengo con Manuela es muy interesante, y eso es algo que creo se ha visto en esta edición del festival. Además, el hecho de que haya sido la primera exposición individual de Manuela es otro plus, un honor y un privilegio. Acompañarla en esto ha sido precioso.

¿Y qué opinión te merecen citas como Imaginària en cuanto a la divulgación de la fotografía, de la imagen, de los nuevos lenguajes fotográficos existentes?

Fenomenal, claro, porque en este caso ofrece buenas salas, condiciones óptimas, da oportunidad a gente como Manuela Lorente con su primera individual y con las condiciones que ello necesita, y esto es algo que en la vida de un artista es fundamental, que le den el empujón, que pueda arrancar y que de esa manera eche a rodar.

Que le den el empujón pero que se haga, como dices, con esas condiciones óptimas, nada de hablar de precaridad, sino un verdadero trabajo donde predomine la profesionalización del sector.

Exacto.

Y hablando de precariedad… No sé si Dalpine puede escapar de ella.

Dalpine es precario siempre —se ríe—. Yo siempre digo, y me gusta decirlo así, que siempre el último libro que he hago parece que va a ser el definitivo. No es porque no quiera pensar en hacer más proyectos, ya que seguiría sin dudar, pero es tan arriesgado… Si un libro no funciona, o no como pensamos, quizá haya que pensar en cerrar. No hay un modelo de negocio y tampoco puede haberlo.

«Para mí, participar en Imaginària ha sido un verdadero privilegio»

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Sé que es harto difícil, pero de toda la producción de Dalpine, ¿existe algún autor o autora, algún libro en especial?

Es muy complicado, mucho, porque, ahora mismo, tras venir de Paris Photo y Polycopies, y estar detrás del mostrador de nuestro estand, y ver nuestras publicaciones, con las que has convivido, pues puedes querer a unos más y a otros menos, pero también dependiendo de la época. Para mí es como tener una responsabilidad sobre muchos objetos y no soy capaz de decir este o el otro. Todos tienen sus cosas buenas y todos, absolutamente todos, tienen sus cosas malas. No hay un libro que sea igual que otro, y todo es una aventura bestial.

Joan Fontcuberta, junto a Sonia Berger, en la reciente feria parisina Polycopies.

Joan Fontcuberta, junto a Sonia Berger, en la reciente feria parisina Polycopies. / DALPINE

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¿Qué elemento o nexo en común pueden tener todos los libros que se publican en Dalpine? ¿Dónde hallaría uno la coherencia del catálogo o qué te incita a querer publicar un fotolibro en concreto?

Me mueven las características particulares de las fotografías del autor o autora, es decir, la parte artística de sus trabajos. Ver cómo se insertan dentro de la fotografía en general, qué tipo de fotografía es esa. Me interesa la transversalidad de los temas que se tratan. Creo que si miras el catálogo de Dalpine hay una diversidad importante, que hay temas de actualidad o que vienen a aportar algo a la foto, que van a tener un recorrido, bien por el tema o por el lado artístico del autor, que puede desarrollar a su vez una obra interesante.

También cabe mencionar a un autor reconocido como Joan Fontcuberta, que tiene una extensísima producción de libros. Me interesaba mucho. El suyo es uno de esos libros que empiezan con imágenes de cero, de esas ocasiones en las que te tiras mucho tiempo trabajando. Quería mantener esa conversación, ese diálogo creativo con él, y ver de qué manera eso se insertaba dentro de su propia bibliografía, que es muy extensa. Además, Fontcuberta viene a ser la excepción que confirma la regla. Es el único autor de trayectoria muy dilatada, muy conocido, galardonado. Al contrario de lo que normalmente encontramos en el catálogo, que suelen ser los primeros libros de un autor.

También se encuentra Ricardo Cases en vuestro listado de publicaciones.

Ricardo ha estado bastante relacionado con Dalpine desde el principio. He de decir que fue mi profesor en BlankPaper, y en esa época publicaba ya trabajos. Sus primeros libros entraron a formar parte del catálogo de esa librería que hemos comentado al principio, para ayudarle a difundirlos, a venderlos. Como era lógico, más tarde publicamos con él, claro.

Con esto no quiero decir que Fontcuberta y Cases sea lo mejor de Dalpine, ni mucho menos.

Pero sí son los dos autores más consolidados, visibles.

Desde tu bagaje, con tu experiencia, ¿cómo ves la fotografía hoy?

Me cuesta mucho responder a esta pregunta. No lo sé.

Lo vengo a decir, porque cada vez vivimos más en la imagen, todo es imagen, hasta el punto de no saber muy bien leer la imagen, y llegar a confundirnos. ¿Hay trabajos que puedan ayudarnos a descifrar ese lenguaje?

No lo sé, si te soy sincera. Sí que es verdad que vivimos en un mundo que está saturadísimo de imágenes, y no creo que vaya a bajar este nivel. Sí me parece claro que nos van a hacer falta herramientas de lectura de imágenes, y también nos va a hacer falta saber más sobre imagen para poder manejar mejor esas mismas herramientas que se nos van a presentar, como por ejemplo toda esta cuestión de la Inteligencia Artificial.

Hace poco estuve en el BasqueDokFestival, en Bilbao, y me parecía muy claro que todo ese temor que existe, que es el rumor que queda en la prensa diaria, sobre la Inteligencia Artificial y sus peligros, pues que no es tal cosa. Va a ser una herramienta estupenda para mucha gente interesada en hacer imágenes y que la van a saber utilizar mejor quienes tengan más conocimientos no solo acerca de fotografía sino de arte y de cómo se construye una imagen. De hecho, aquellos que ya están explorando a fondo esas herramientas ahora, desde el punto de vista de la fotografía y de lo que puede dar de sí, que todavía está en una etapa muy incipiente, están haciendo cosas muy interesantes, y de las que solo se puede sacar provecho si se tiene un conocimiento previo de lo que se quiere.

¿Te imaginas lo que Joan Fontcuberta hubiera hecho en sus inicios si hubiese contado con la IA?

Yo creo que en su caso, esto viene a confirmar la teoría que él viene desarrollando a lo largo de su carrera. Es decir, que la imagen no significa verdad.