Gérard Depardieu lo hace todo a lo grande. Incluso renegar de su nacionalidad. Tras ser tratado de "despreciable" por el primer ministro, Jean Marc Ayrault, a causa de su exilio fiscal a Bélgica, el actor ha reaccionado con uno de sus legendarios ataques de cólera. "Todos los que se han ido de Francia no han sido injuriados como yo. Le devuelvo mi pasaporte. Ya no tenemos la misma patria", ha respondido al jefe del Ejecutivo el intérprete de Obélix, el célebre héroe nacional, en una carta publicada ayer en el Journal du Dimanche. "¿Quién es usted para juzgarme así? Me voy porque considera que el éxito, la creación, el talento, deben ser sancionados", se defiende el actor. Su decisión de comprar una casa en Bélgica le ha convertido en símbolo del éxodo de ricos que abandonan el país a causa de los elevados impuestos. Pese a tratarse de un monumento del cine francés, el Gobierno galo no ha escatimado críticas a uno de los actores más queridos y también mejor pagados del país. "La ciudadanía francesa es un honor, son también derechos y deberes, Depardieu debe su éxito al sistema francés de promoción del cine", le reprochó la ministra de Cultura, Aurelie Filippetti.